El deterioro de la tarde
se repliega
por entre las nubes horadadas de sueño,
a lo lejos,
se escupen acantilados
que destajan
serpenteantes
la hospitalidad del paisaje;
colinas adelante,
un montículo de aire
resquebraja el horizonte
en nubarrones de arena circundante.
Las ramificadas grietas
escurren lentamente sus aguas
en dirección a un mar
cromado de celestes embriagados de sal,
yo,
aplasto el sol con un dedo hasta que muera