julio 26, 2005

Sudario

Te extraño y sólo se de cierto que lo sé. Tal vez fueran las incontenibles palabras entretejiendo tu nombre, quizá las galaxias del espacio en que tu pelo se me escapa, o la trepidante incrustación de estrellas en tus muslos. Hoy sigo tocando la misma melodía, con la sádica frase de no quererte tanto, vomitando por el culo de los días la desolada memoria que se clava. Te escribo al tiempo en que la aguja deja de sisear desorbitada en la penumbra inminente y el chillar de las hojas estalla en la corteza de mi pie derecho… y la ciudad y los días y cada una de las dérmicas geografías ondean tu sangre incompatiblemente mía.

Me pierdo, en el respiro casual de la profundidad de tus pechos, en el telar de las idiotizantes frases que desnudan las horas, en el tropiezo anecdótico de la escarpada esquela de los fines de semana, es tu piel donde aguardo calladamente la muerte cada vez que beso tu olvido, mientras tú injustificadamente me inventas la vida que se te dio la gana vivir a mi lado, lanzándome a la conquista de mi propio destino.

Llamada

El fragor del día te toma el cuello por sorpresa,

giras la cabeza

y observas toda esa libertad asfixiándose por la ventana,

el sudor de los cristales

carcome deseos imposiblemente sustentables,

es la hora que no acaba,

el imprudente ajetreo

del otoño interminable que no cesa de caer en el rostro,

la distancia gesticular de coqueteos perpendicularmente fabriles,

la psicótica llave de la espera maldita

te taladra el seso técnicamente imperceptible,

escuchas tu desindividualizada matrícula

reproduciéndose inútilmente un millón de veces,

tomas corteza

y te detienes en tus fascinantes metamorfosis...

destripas de tinta los azulejos

y te burlas de los devoradores de sueño,

abres la quijada de un ángulo y te pierdes el resto de la tarde

-¿Sí, diga?-

por un segundo, tu vientre se revienta pausadamente sobre la pared, juego de sombras balbuceando tu espacio,

miras un trozo de aire y saboreas la sal de la tarde

-¿Quién es?-

el asfixiante ruido enmudecido ansiosamente te invade,

cristales líquidos resbalan tu rostro,

la cicatriz de la tarde sella labios,

escupe lava,

derrite miedos,

kilómetros adelante ...

número equivocado.

Noctilus

Velada de amor

Vela dádiva de estrellas

Vela que se hunde

En el fondo del mar

Océano

Que ve la distancia

Devorando a lo lejos

Lo que vela el sueño

Que nada lo ve

Nada ensueño

Que no vela su amor

Estrellas que se hunden en el mar

Distancia a lo lejos

De un sueño que no ve

Visita Inesperada

Las quijadas del cielo

Ocultan memorias

De los días felices

En la iluminada soledad

De los recuerdos

Al centro... una vela:

Sombra cicatriz

De la avejentada

Tarde

De un crepúsculo omnipresente

Que atraviesa el viento

Las manos

Se derraman

A lo largo de la pared

La mirada se te escurre

Hacia otros tiempos

Nadie espera llegar

A tu inesperada

Reunión de horas

Desgajadas de recuerdo

Te miras como ausente

En la esquina

un gato se deshoja

Lentamente (como un blues)

Las horas pasan...

Y no pasa nada.

Hormigas 1998

Veo las hormigas y pienso todo eso, sufrirán más mis amigas o yo el que las mira... ...si por algo existen, no las pisen Dios las puso para darles un uso

Aplausos

Gélido riachuelo discrepancia dolorosa que en mi pecho sangra como rosa. Gargantilla acuosa de mi corazón hazme hebilla de tu pantalón

Azotea

Aún siento en tu g a r g a n t a los gatos por mi cuello

Tierra

¿Cuántas ventanas puedo hacerte con la arena del desierto? ¿cuánto tiempo, si te entierro todos los minutos en la cara? ¿brillarás si te obsequio mi lengua de sol y la luna de mis días? ¿qué harás si te exprimo las nubes de párpados llovidos? ¿por qué no tienes fin?