julio 26, 2005

Sudario

Te extraño y sólo se de cierto que lo sé. Tal vez fueran las incontenibles palabras entretejiendo tu nombre, quizá las galaxias del espacio en que tu pelo se me escapa, o la trepidante incrustación de estrellas en tus muslos. Hoy sigo tocando la misma melodía, con la sádica frase de no quererte tanto, vomitando por el culo de los días la desolada memoria que se clava. Te escribo al tiempo en que la aguja deja de sisear desorbitada en la penumbra inminente y el chillar de las hojas estalla en la corteza de mi pie derecho… y la ciudad y los días y cada una de las dérmicas geografías ondean tu sangre incompatiblemente mía.

Me pierdo, en el respiro casual de la profundidad de tus pechos, en el telar de las idiotizantes frases que desnudan las horas, en el tropiezo anecdótico de la escarpada esquela de los fines de semana, es tu piel donde aguardo calladamente la muerte cada vez que beso tu olvido, mientras tú injustificadamente me inventas la vida que se te dio la gana vivir a mi lado, lanzándome a la conquista de mi propio destino.

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