julio 30, 2005
Invaginación celeste
julio 26, 2005
Sudario
Te extraño y sólo se de cierto que lo sé. Tal vez fueran las incontenibles palabras entretejiendo tu nombre, quizá las galaxias del espacio en que tu pelo se me escapa, o la trepidante incrustación de estrellas en tus muslos. Hoy sigo tocando la misma melodía, con la sádica frase de no quererte tanto, vomitando por el culo de los días la desolada memoria que se clava. Te escribo al tiempo en que la aguja deja de sisear desorbitada en la penumbra inminente y el chillar de las hojas estalla en la corteza de mi pie derecho… y la ciudad y los días y cada una de las dérmicas geografías ondean tu sangre incompatiblemente mía.
Me pierdo, en el respiro casual de la profundidad de tus pechos, en el telar de las idiotizantes frases que desnudan las horas, en el tropiezo anecdótico de la escarpada esquela de los fines de semana, es tu piel donde aguardo calladamente la muerte cada vez que beso tu olvido, mientras tú injustificadamente me inventas la vida que se te dio la gana vivir a mi lado, lanzándome a la conquista de mi propio destino.
Llamada
El fragor del día te toma el cuello por sorpresa,
giras la cabeza
y observas toda esa libertad asfixiándose por la ventana,
el sudor de los cristales
carcome deseos imposiblemente sustentables,
es la hora que no acaba,
el imprudente ajetreo
del otoño interminable que no cesa de caer en el rostro,
la distancia gesticular de coqueteos perpendicularmente fabriles,
la psicótica llave de la espera maldita
te taladra el seso técnicamente imperceptible,
escuchas tu desindividualizada matrícula
reproduciéndose inútilmente un millón de veces,
tomas corteza
y te detienes en tus fascinantes metamorfosis...
destripas de tinta los azulejos
y te burlas de los devoradores de sueño,
abres la quijada de un ángulo y te pierdes el resto de la tarde
-¿Sí, diga?-
por un segundo, tu vientre se revienta pausadamente sobre la pared, juego de sombras balbuceando tu espacio,
miras un trozo de aire y saboreas la sal de la tarde
-¿Quién es?-
el asfixiante ruido enmudecido ansiosamente te invade,
cristales líquidos resbalan tu rostro,
la cicatriz de la tarde sella labios,
escupe lava,
derrite miedos,
kilómetros adelante ...
número equivocado.
Noctilus
Velada de amor
Vela dádiva de estrellas
Vela que se hunde
En el fondo del mar
Océano
Que ve la distancia
Devorando a lo lejos
Lo que vela el sueño
Que nada lo ve
Nada ensueño
Que no vela su amor
Estrellas que se hunden en el mar
Distancia a lo lejos
De un sueño que no ve
Visita Inesperada
Las quijadas del cielo
Ocultan memorias
De los días felices
En la iluminada soledad
De los recuerdos
Al centro... una vela:
Sombra cicatriz
De la avejentada
Tarde
De un crepúsculo omnipresente
Que atraviesa el viento
Las manos
Se derraman
A lo largo de la pared
La mirada se te escurre
Hacia otros tiempos
Nadie espera llegar
A tu inesperada
Reunión de horas
Desgajadas de recuerdo
Te miras como ausente
En la esquina
un gato se deshoja
Lentamente (como un blues)
Las horas pasan...
Y no pasa nada.
Hormigas 1998
Aplausos
Tierra
julio 23, 2005
PARQUÍMEROS
CENIT CIENTIA
La soledad se instala y lentamente sobrevive a tu recuerdo, el bao de la tarde atraviesa las cuencas encharcadas de murmullo agigantado. El leve grito de la aurora resucita astros en las avenidas desoladamente estériles o los girasoles desquebrajan el aletargante soliloquio de los rayos ultravioleta. Nada ha quedado de aquel séptimo día o es la inocencia que duerme neuróticamente su partida, no lo sé de cierto.
Tus manos permean la esperanza delirante del encuentro que no llega a la hora que no era, oscuridad que se impone ferozmente a su rechazo, derrotero invencible de lacónico beso a quemarropa
alucinaciones
El dolor del sol carcome ennegrecidas rozaduras de angustiosa espera,
elevación efímera en la alquimia de besar húmedamente tu espacio
o la enredadera de vértigo escapándose atropelladamente
por la lengua de perderte en la asfixia de mi sangre.
El silencio despunta lágrimas disipadas por un grito
que no deja de pertenecer,
giro la espalda, entorchando vértebras
de una guitarra imposiblemente acorde.
Se desclavan las paredes de los cuadros,
es así como tu fotografía me despedaza,
huyo de la oscuridad que cobija y
orado en amortajados aleteos la duda de tu espacio,
el inconcebible deseo de pensarme sombra,
la orilla de un ángulo
destripa taciturna las agrietadas calles sin memoria,
sueños más tarde me detiene un bostezo agigantado,
el abismo devora a intervalos la pesadez de los días...
vuelvo a ti.
Monstruos
Por sobre los párpados del crepúsculo se extienden las algodonadas alas, nadie ha venido a descobijar tu rostro de nube y sin embargo llueves o quizá tu entorno se evapora lentamente o el veneno de la tarde ha venido a devorar tu vientre. ¿Porqué te asustas? ¿Acaso te destroza el miedo las mejillas? ,para eso estamos, de eso estamos hechos; Anda, jala las horas del gatillo mientras te arrancas letra a letra los dedos de las manos, ¿o era ojo por ojo?.
El sudor de la mañana llega, temor eventual en la saliva de tu espanto, por encontrar bifurcada tu sonrisa en el becuadro de un vaivén que no termina. Buscas afanosamente lo que desesperadamente te pertenece o eres objeto que inútilmente atrapan tus alrededores.